"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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EL PARTIDO DE FÚTBOL ENTRE LOS ETERNOS RIVALES

EL PARTIDO DE FÚTBOL ENTRE LOS ETERNOS RIVALES © Jordi Sierra i Fabra 1984 Atención, ¡mucha atención!… porque va a comenzar el mayor espectáculo del mundo. Bueno, al menos del mundo del bosque. Hoy es el día. Hoy volverán a medir sus fuerzas. ¡Qué emoción! ¡Qué pasión! Una vez al año, los moradores del Bosque Alto, en la montaña, se reúnen con los del Bosque Bajo, en el valle. Este día, todo se paraliza, nadie caza a nadie, nadie molesta a nadie, hay paz, porque nada es más importante que el máximo evento anual, la cita a la que no se puede faltar, y a la que no faltan, desde hace muchísimos años, los enfervorizados habitantes del lugar. Nieve o haga sol. Llueva o caigan piedras. Es el gran día. El día del partido de fútbol que cierra las Fiestas de la Naturaleza y que enfrenta al Bosque Alto Club de Fútbol y al Deportivo Bosque Bajo. Desde primeras horas de la mañana, las hormigas han dejado de trabajar y los pájaros de revolotear por entre los árboles, los lagartos se olvidan del sol y las abejas de libar las flores, las cigarras de cantar y las arañas de tejer sus telas. Ya no se habla de otra cosa. Todos, sin faltar uno, hacen cola con su entrada dispuestos a conseguir un lugar de primera en el gigantesco estadio del Claro del Arroyo. ¡Ah…! El partido de fútbol es todo un espectáculo, un acontecimiento, un hito. Y eso que, todavía, ningún equipo ha logrado ganar al otro. Todos los partidos han terminado con un empate a cero. Pueden argüirse mil motivos para justificar tanta igualdad, mil teorías. Unos dicen que los porteros son tan formidables que difícilmente se les colará nunca un gol. Otros piensan que el juego defensivo es superior al de ataque, por desgracia, ya que cada equipo coloca a sus jugadores más voluminosos en la defensa. Los más piensan que, dada la rivalidad, el caso es no perder y así todos contentos con el cero a cero, aunque la victoria representaría mucho para el que se la apuntase. Da lo mismo. Cada año los habitantes del bosque acuden a su cita, esperando que éste sea el año decisivo. Gritos, banderas, animación sin límite, pasión… ¡Qué formidable fiesta! Y pacífica, porque la rivalidad no admite malos modos. A fin de cuentas todos son animales, viven en el Bosque Alto o en el Bosque Bajo. Hay un respeto. ¡Sólo faltan cinco minutos para que dé comienzo el partido! ¡El estadio es un clamor! El día es magnifico, la tarde apacible, no hace nada de viento y el sol contribuye a la fiesta sin apretar demasiado. Además, el campo de fútbol es comodísimo y tiene grandes hojas verdes cubriendo su perímetro para mayor comodidad del público. Las apuestas entran en tramo final. Los partidarios de uno u otro equipo tratan de dominar el ambiente con sus cantos y gritos. ¡Todos a una! ¡Vamos! Hay que verlo, hay que estar ahí, ¡es demasiado grande para contarlo! Este año, el Bosque Alto ha fichado a un fenómeno, un jugador fuera de serie procedente de la llanura: un ciempiés. ¡Su juego de patas es maravilloso! ¡Cómo se pasa la pelota de una a otra, mareando al contrario! Es el máximo goleador de la llanura. Pero los del Bosque Bajo no se han quedado atrás. Ellos también han conseguido los servicios de otro astro rutilante, el número uno de los jugadores de los lagos: un saltamontes. ¡Cómo regatea! Agarra la pelota y de un salto, ¡zup!, pasa por encima del contrario. ¡Algo único! Los dos fichajes han costado una barbaridad. Luego hablo de ello. ¡Estos divos…! El caso es que este año el partido promete ser emocionante al máximo. También los entrenadores son expertos. El del Bosque Alto es un mirlo que vuela cada domingo sobre los estadios de la ciudad, donde juegan los humanos, y allí aprende técnicas y tácticas profesionales. El entrenador del Bosque Bajo, por su parte, es una rata que tiene un túnel directo al vestuario del equipo de la vecina ciudad, y allí también oye todo lo que dice el entrenador. Uno y otro han declarado a los medios informativos que este año van a ganar. ¡Un duelo temible! ¡Ya! ¡Ya está! Apenas si puedo relatarlo por encima del griterío. Los dos equipos saltan al terreno de juego. Se disparan cohetes. Las palmas, las antenas, las patas echan humo. Sí, sí, son las alineaciones previstas. Por el Bosque Alto Club de Fútbol destaca en la portería su fenomenal guardameta, la araña, que cubre todo el marco sin dejar un resquicio. Por el Deportivo Bosque Bajo tenemos de portero al fabuloso erizo. ¡Cada vez que toca la pelota la pincha! Pero es fantástico. Le chutan, eleva sus pinzas y… ¡chas! Al frente de ambos equipos sus capitanes: la sinuosa serpiente, muy sibilina ella, por parte de los Altos, y la hormiga veloz, rápida e incisiva, por parte de los Bajos. ¡Oooohhh…..! ¡Hace el saque de honor la muy bella reina de las fiestas, la Miss del año, la hermosa musaraña! El público, imparcial en eso, aplaude extasiado. Suena el himno del bosque. ¡Tachín-tachín!, todos de pie y con cara solemne, con las autoridades en primera fila. El árbitro es el muy severo moscardón, que zumba a los dos capitanes mientras se sortea el campo y el saque. La primera parte la jugarán los Bajos a la derecha y los Altos a la izquierda. Un, dos, tres, el partido va a empezar… ¡Piiii! ¡Que gane el mejor! ¡Atención…! Ha cogido la pelota el astro del Bosque Alto, el formidable ciempiés. Avanza protegiendo el esférico con sus patas. La pelota parece perderse entre ellas. Que donaire, que elegancia, que gambeteo de cinturas, porque tiene tantas… Le sale al paso el seguro central luciérnaga y… ¡Eh, penalty, penalty! ¡El ciempiés ha sido zancadilleado en al menos siete de sus patas, y ha caído con todas ellas por el aire! ¡Pero… vaya, el árbitro dice que se levante, que no haga cuento o le enseñará una tarjeta amarilla, porque se ha caído el solito haciéndose un lío con tanta pata! ¡Que mala pata! Y si el árbitro dice que no pasa nada, no pasa nada. Él estaba más cerca de la jugada y sabe más. ¡Ya se verá por la noche y a cámara lenta en el boletín de noticias del bosque! Mientras tanto, tiene el esférico en su poder el saltamontes, la estrella del Bosque Bajo. ¡Oh, que tres regates consecutivos! ¡Y todos en un tris tras! Se planta delante del portero araña y… !atención, atención! El público se pone de pie… ¡Ay! ¡La araña se ha estirado muy bien y con tres de sus ocho patas se ha hecho con el balón! El público ruge. Unos aplauden y otros gritan a favor o en contra. La pasión se desborda. ¡Eh, eh, eso sí que no: un conejo y un topo están discutiendo acaloradamente y el servicio de orden los expulsa del estadio! ¡Orden, orden, caramba! ¡Es sólo un juego! ¡Uuuuuuuuuuhhhhhh…..! ¡Allí, allí, pásala! ¡Ay! Pero transcurre el tiempo y sigue el cero a cero. ¿Será como cada año? De momento los dos equipos atacan más que otras veces, buscan la victoria con denuedo, pero de momento está visto que no hay forma. Los porteros y sus defensas evitan siempre en última instancia el peligro. El ciempiés de los Altos y el saltamontes de los Bajos están defraudando un poco. ¡Con lo que han costado! He prometido hablar de ello antes y voy a hacerlo. Ahí va: se dice que el ciempiés tiene un sótano lleno de humedad, muy confortable, un carricoche de orugas para que no se canse y comida gratis además de libélula para cuando quiera volver a casa a ver a la familia; y el saltamontes un refugio de lujo en la planta más verde de la zona más noble, junto a las rocas del lago, espacio para sus saltos y un cine privado para ver las aventuras de sus personajes favoritos. Demasiado, ¿a que sí? Media parte. Un cambio. Por el Bosque Alto sale el peligroso aunque débil gusano. Nunca aguanta un partido entero, de ahí que sea acertado sacarlo en la segunda parte. Por el Bosque Bajo tenemos ya al muy lento pero seguro caracol. Los dos equipos tratan de conseguir el gol que pueda darles la victoria. Comienza la segunda parte y… ¡Paradón del erizo! ¡El lagarto le ha dado un golpe de cola a la pelota, a bote pronto, y casi lo sorprende! ¡El esférico ha quedado hecho cisco! Eso no vale: la araña está tejiendo una invisible y sutil tela para impedir que la pelota, en un descuido, entre en su portería. El árbitro moscardón sigue zumbando, aunque mal ayudado en las bandas por sus jueces de línea, que no señalan ni un fuera de juego. Veamos, veamos… ¡La serpiente se ha enroscado en la cucaracha! ¡El saltamontes ha caído sobre una de las patas del ciempiés lesionándolo, aunque este sigue jugando con gran pundonor, no quiere ser cambiado después de las esperanzas puestas en él! ¡Hay que ver lo que aguantan, que atletas! ¡Eh, eh, el escarabajo pelotero se está haciendo una pelota para él, eso no vale! Faltan cinco minutos y parece que, un año más, el marcador no va a moverse. ¡Otro cero a cero! Pero… atención, atención… ¡atención! ¡La libélula tiene la pelota y ha pillado adelantados a los defensas del equipo rival! ¡Se la pasa de ala a ala, los Altos no pueden atraparla, avanza, regatea, se escapa! ¡Y ahora se la ha dado en profundidad al mosquito que la pica —y nunca mejor dicho— sobre el área contraria donde está solo….! ¡¡¡Goooooooooooooool!!!… ¡Gol!… ¡GOL! ¡El caracol ha sacado fulgurante una de sus antenas, y a pesar de que la pelota le venía un poco alta, ha rematado de primera, a boca de jarro, introduciéndola por el único hueco posible! ¡La araña se ha visto desbordada! ¡Goooooooooooool! ¡Golazo! Deportivo Bosque Bajo, 1; Bosque Alto Club de Fútbol, 0. Los partidarios del equipo que va ganando enloquecen. Los del que pierde están sobrecogidos. ¡Y sólo faltan unos minutos! El entrenador del Bosque Alto se juega su última baza. Tiene en el banquillo al tranquilo sapo. Se produce el cambio, pero apenas si queda un minuto de juego. El sapo avanza directamente hacia el portero, recibe la pelota en muy buenas condiciones y… le saca la lengua al erizo. ¡Que susto! Al portero erizo se le ponen los pinchos de punta y el árbitro saca tarjeta amarilla al sapo. ¡Uy, uy, uy! Quedan quince segundos. Vuelve a la carga el Bosque Alto, volcado sobre el área rival, que defiende su ventaja. Puede ser el definitivo cartucho, atención. El Bosque bajo despeja como puede. Tiene la pelota la mariquita que corre sobre ella en lugar de correr con ella. La pasa muy bien a la serpiente. ¡Ziz-zaz! Perfecto. Recibe el ciempiés que, con una pata coja, regatea a uno, dos, tres contrarios en un palmo de tierra. ¡Que jugada! Pasa a la lagartija que culebrea por la banda. ¡Ay, el árbitro está mirando el reloj! La lagartija se da cuenta y pega un tremendo golpe de cola enviando la pelota al área… ¡Saltan el sapo y el erizo…! ¡El erizo, para no pinchar al sapo y hacer penalty recoge sus pinchos…! ¡El sapo, asustado, no le da! ¡La pelota cae al suelo, en tierra de nadie, suelta…! ¡Ahí va el grillo que tiene toda la portería para él solito! ¡Chuta! ¡Cuidado! ¡Ha ido al poste…! ¡Que suerte para unos y que mala suerte para otros! ¡Pero de pronto aparece milagrosamente una de las patas del ciempiés, estirándose todo lo que puede y…! ¡¡¡¡¡Gooooooooooooooooool!!!!!… ¡¡¡Goooooooool!!!… ¡GOL! Y mientras todos aplastan al ciempiés por su tanto y los contrarios se miran desconcertados, ¡el árbitro pita el final del partido! Caramba, caramba, qué emoción, ¿verdad? Partidazo. Los jugadores de los dos equipos se saludan y abrazan en el terreno de juego, agotados, sucios, pero también felices. Se intercambian las camisetas y el público los ovaciona a todos, indistintamente, mientras ellos corresponden a los aplausos, Todo el estadio está en pie. Ha sido el partido más brillante de los últimos tiempos. Aunque, un año más, haya terminado en empate. Pero a uno. ¡Por fin se han visto goles en el estadio! Ya no se hablará de nada más en el bosque durante los días siguientes, aunque la vida vuelva a la rutina, aunque todos sean, una vez más, lo que eran antes. Dentro de mucho tiempo, los abuelos podrán contar a sus nietos que ellos estuvieron allí aquel día, el día en que el partido cumbre entre los eternos rivales acabó en empate a uno. Ahora… queda todo un año para preparar el siguiente encuentro. Todo un año de especulaciones y apuestas, de rumores y comentarios. Que si el Bosque Alto va a lograr los servicios de un animal africano muy ágil y escurridizo… ¡un mono! Que si el Bosque Bajo anda detrás del fichaje de una figura mortífera… ¡un escorpión! Bien, el próximo año se verá. Ya volveremos para contarlo. Queda un largo tiempo para soñar.

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